Puede que en pleno siglo XXI pensemos que estamos ante la sociedad más perfecta que el ser humano ha sido capaz de crear en todos sus milenios de evolución. Y digo bien, la más perfecta, porque está claro que no es perfecta en absoluto, mucho menos en lo que el pasado año 2022 ha traído a las habitantes de todo el planeta. De hecho, si lo pensamos bien, nuestro mayor hito social que ha sido la globalización ha sido la causa de que un conflicto entre dos países haya tenido gran repercusión en todos los rincones del mundo. Sin embargo, trabajando con lo que tenemos, decimos que estamos ante la sociedad más desarrollada de la historia del ser humano… ¿pero perfecta? En sociología, deberíamos decir que ese concepto no existe.
La filosofía social es lo que ha dado lugar a las reglas de lo que conocemos como sociedad; y esta se basa en el principio de relación. Desde los primeros asentamientos en grupo, el ser humano necesitaba unas pautas que nos hicieran funcionar como uno solo, dando a cada uno su lugar y una función dentro del grupo. Decimos pautas, que no valores; las primeras deben organizar el comportamiento de las personas en relación a las demás de su grupo, y los segundos son más subjetivos. De ahí nacieron dos disciplinas filosóficas diferentes: la sociología y la ética; aunque ambas querían regular el comportamiento social, sus principios y métodos no eran lo mismo en absoluto.
Pero la sociedad cambia, y también deben cambiar sus reglas de juego. Habría que ponerse a pensar si el principal problema de nuestra sociedad es que los cambios se producen en un momento relativamente corto (llámese revoluciones), pero las normas de pensamiento para regularlos son extremadamente lentas. Así, tenemos las diferencias de clase social, e incluso lo que llamamos primero, segundo y tercer mundo; y problemas como el racismo, la homofobia y la misoginia, todos ellas de rabiosa actualidad en estos momentos. ¿Por qué no somos capaces de avanzar sobre estas cuestiones? Quizá porque a veces se deja a un lado a cierta parte de nuestra sociedad.
Desde el principio, los filósofos sociales eran hombres libres, blancos, heteros y con la ventaja de haber nacido en cuna de plata. Como verás, eso limita bastante la creación de normas sociales, ya que solo estamos viendo una parte de la sociedad. Pero ¿y las filósofas sociales, es que no existían? Por supuesto que sí, pero eran mujeres, y solo con eso ya tenían la seguridad de que su voz iba a ser tapada pro las convenciones sociales que habían creado los hombres. ¿Y las pensadoras lesbianas? Pues hubo unas cuantas, no te vayas a creer, y bien que les costó poder salir del tópico de la mujer casada y ama de casa para llegar a ser unas intelectuales. La historia no nos da muchos detalles sobre las más antiguas; las má conocidas aparecieron durante los siglos XIX y XX. Aún así, sus discursos fueron opacados por los de los hombres, sobre todo porque ya ponían de manifiesto que sin igualdad no se podía hacer una sociedad justa y de relaciones equitativas. Ahí estaba la semilla del feminismo, que fue gestado entre estas intelectuales lesbianas y que tardaron mucho en ser reconocidas.
Si por costumbre las mujeres ya fueron ignoradas durante siglos y siglos, te puedes imaginar lo que fue cuando estas mujeres eran homosexuales. De hecho, al contrario que los hombres que incluso fueron juzgados por su homosexualidad, a las tortilleras, aparte de ponerles estos nombres peyorativos (boyeras es otro de ellos), se las ignoraba completamente, aduciendo que tenían algún tipo de trastorno hormonal e incluso mental. La revolución sexual marcó un hito para estas mujeres, a la que se unió la revolución feminista. Y por si no fuera bastantes, al carro se unió la pornografía, pero no una cualquiera: las lesbianas porno aparecieron en fotos xxx primero, más tarde en películas porno, y por último en las páginas web. Y es que el porno lésbico atrajo a personas de todos los géneros y condición, fuera cual fuera su opción sexual: a todos gustaba ver a dos mujeres teniendo sexo, y los videos x online fueron la mayor prueba de ello.
Pero volviendo a los principio de la filosofía social, es bueno aplicarnos todo esto que hemos aprendido a base de ensayo y error. Claro que a lo mejor este es el método correcto, por aquello de la evolución de las sociedades, y en realidad no hay una sola fórmula para encauzar las relaciones entre semejantes, o ninguan en absoluta. Bueno, esperemos que esta disciplina acabe por dar la clave exacta, y que no nos vaya demasiado mal en el proceso.